Chapel Hill.- Campesinos de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW, por sus siglas en inglés), junto con estudiantes de la Alianza de Estudiantes y Trabajadores del Campo de la UNC, marcharon desde Carrboro hasta la universidad UNC en Chapel Hill, el pasado 5 de marzo, para pedir a esa institución educativa que rompa las relaciones con Wendy’s, que tiene un restaurante en el campus.

La CIW es una organización que lucha por los derechos de los campesinos que trabajan en la recolecta del tomate, la mayoría de los cuales son latinos. Este mes, CIW está llevando a cabo una campaña de boicot contra la cadena de comida rápida porque se niega a unirse al Programa de Comida Justa de la organización, mediante el cual las corporaciones acuerdan comprar tomates de Florida solo a proveedores que aseguren tolerancia cero para la esclavitud y la violencia sexual. 

Este programa también garantiza pagos directos de un centavo por libra a los recolectores para ayudar a aumentar sus salarios. Cadenas como McDonald’s, Taco Bell, Burger King o Walmart ya forman parte de esta iniciativa. 

“Queremos que Wendy’s se una al programa para que los trabajadores de los campos donde Wendy’s compra tengan sus derechos garantizados y la comida que vendan sea justa”, dijo a Qué Pasa Júlia de la Cruz, miembro de CIW. 

Otra activista de CIW, Lupe Gonzalo, explicó a este semanario que “Wendy’s no quiere firmar porque dicen que ya tienen sus propios códigos de conducta. Pero en ellos no se incluye la voz del trabajador, solo los utilizan para proteger su marca”. 

Respuesta de Wendy´s
Desde Wendy’s acusan a CIW de difundir “información falsa y engañosa” y dicen que “su campaña está diseñada para obtener un compromiso financiero con nosotros”, indicaron a Qué Pasa vía email. 

La empresa asegura que siempre ha estado “comprometida con los salarios justos y los derechos humanos” para quienes suministran sus alimentos y dice no estar de acuerdo con el Programa de Comida Justa porque “la CIW requiere que los participantes paguen una tarifa adicional directamente a los recolectores de tomate que trabajan para los cultivadores, además del precio que ya pagamos por el producto”. 

Explotación y acoso sexual en el campo 
La explotación, la discriminación, la violencia, la esclavitud moderna y el acoso sexual a las mujeres son situaciones comunes en los ranchos agrícolas. Así lo afirmó De la Cruz, que trabajó durante años en la cosecha de tomate en Carolina del Norte, del Sur y Florida antes de formar parte de CIW. 

“Los trabajadores son humildes, no se quejan por miedo y las corporaciones se aprovechan”. De la Cruz cuenta que las condiciones en las que trabajan son “muy malas” y que el salario mínimo no está garantizado: “cobran por pieza recogida y si un día llueve, no cobran”, dice. Según el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos, en 2016 el sueldo medio de un campesino estaba entre los $15,000 y $17,000 al año. 

Narivi Roblero es una guatemalteca de 18 años, estudiante de ciencias políticas de la UNC y miembro de la Alianza de los Estudiantes y Trabajadores del Campo de UNC. Roblero también conoce de primera mano qué es trabajar en los campos de Carolina del Norte y Florida recogiendo tomates, fresas o arándanos pues su familia y ella siempre se han dedicado a este oficio. 

Roblero explicó que ha trabajado en ranchos “donde no dan agua, hace mucho calor y no puedes hacer nada al respecto”. También ha visto sitios “donde no hay baños o si los hay, están muy alejados de la zona” de recolecta. Y añade que en el caso de las mujeres, “no quieres ir sola porque te puede pasar algo, te sientes insegura”.   

“Ser mujer en el campo creo que es muy duro, especialmente si eres joven como yo. Recuerdo estar en el rancho rodeada solo por hombres más mayores. Los hombres te miran, te acosan e incluso te dicen que quieren algo físico. Yo lo he vivido y no es inusual para una mujer que pase por esta experiencia”, confensó Roblero, quien también confirmó haber sido víctima y testigo de discriminación por ser inmigrante.