Winston-Salem.- Prácticamente una década completa la vivió en un estado de limbo, sin seguridad absoluta sobre su futuro, desde que cayó en el radar de las autoridades migratorias. El problema se agravó hace dos años, cuando recibió por correo una orden definitiva para abandonar los Estados Unidos, misma que la obligó a refugiarse durante tres meses dentro de una iglesia que le ofreció protección de “santuario”.

Ahora, Minerva Cisneros finalmente se siente en libertad. La mexicana, residente de Winston-Salem los últimos 20 años, le fue otorgada la semana pasada la residencia permanente en el país, decisión tomada por un juez de inmigración.

Este hecho, descrito por la originaria de la Costa Chica de Guerrero como “uno de los mejores momentos de mi vida”, le abre las puertas de permanecer en Carolina del Norte acompañada de sus tres hijos, con la opción de tramitar una licencia de manejo, trabajar, finalizar sus estudios y lo más importante, con la tranquilidad de no temer que en cualquier momento lleguen los agentes de ICE a recogerla.

“Siempre quise hacer la lucha”, comentó Cisneros en una entrevista con Qué Pasa horas después de recibir la noticia que le cambia la vida. “Los problemas tienen solución y no hay que rendirse”.
 

Largo camino hacia la residencia

Cisneros recuerda con precisión la noche del 24 de junio del 2009, fecha en la que un oficial de la Policía de Winston-Salem la detuvo mientras manejaba después del trabajo y debido a que entonces operaba el programa migratorio 287(g) en la ciudad, terminó arrestada y notificaron a “la migra”.

Al ser un objetivo de prioridad baja para la agencia federal, Cisneros salió libre, aunque por muchos años tuvo la obligación de viajar periódicamente a Charlotte para reportarse con ICE.

En el 2017, el presidente Donald Trump endureció las leyes migratorias y entonces la mexicana recibió por correo una orden para abandonar el país. Al ver sus opciones limitadas pero determinada en pelear por su permanencia en Estados Unidos, la mujer optó al recurso de ingresar a la iglesia UCC Congregational en Greensboro, donde estuvo en “santuario”, viviendo en un sótano por tres meses, y el caso adquirió relevancia a nivel nacional con una abultada cobertura mediática.

El hecho de permanecer en santuario abrió la oportunidad a la abogada de Cisneros de buscar una solución legal y logró reabrir el caso en la corte de inmigración.

“Lo que se hizo fue perfectamente legal, solo pedimos que se aplique la ley”,  explicó Helen Parsonage, la abogada de Cisneros.  “El santuario simplemente le dio el tiempo necesario de lograrlo (reabrir su caso)”.  
 

Muchos detrás de Minerva

Otro factor para lograr que la mexicana pudiera alcanzar esta victoria fue el apoyo que recibió de tanta gente, grupos y organizaciones, de acuerdo con Kim Porter, activista y amiga de Cisneros.

Después de que su caso se hizo público hace un par de años, políticos, líderes religiosos y la comunidad en general se unió para ayudarla en lo que fuera posible. En una petición por internet Porter logró reunir más de 28 mil firmas de apoyo, lo que habría jugado a su favor para que el gobierno le otorgue la residencia permanente.

“Siempre fue una lucha moral, siempre supimos que era lo correcto”, dijo Porter. “Ahora un juez simplemente lo hizo oficial”.

Parte fundamental para que Cisneros lograra quedarse en el país fue el apoyo que recibió de la iglesia que la refugió, amistades y organizaciones.Durante tres meses Cisneros vivió en el sótano de la iglesia UCC Congregational para evitar ser deportada.